30 abr 2010

La Rebeldia

La rebeldía es el equilibrio: el cabello de un color que no es el propio, enredado de sermones; la aguja que precede al arete con sangre de oreja; un perfume de cigarro humeado en los pantalones rotos y en la playera oscura que tiene la imagen de una calavera con mal humor; el recibo telefónico, golpe a la economía familiar; las caricias rechazadas, los caprichos que se vuelven obligación; las fallas, errores y defectos que no se aceptan; las respuestas lacónicas; un carácter que tampoco se entiende por sí mismo y una etapa tan extraña en la vida, tan extraña, que duele. El equilibrio de la adolescencia es la rebeldía.


La familia deberá establecer una relación basada en la comunicación: así, los padres estarán enterados de la vida de los hijos en todo momento y sobre todo, éstos tendrán más confianza en ellos.

Si por el contrario se descuida la comunicación, los hijos permanecerán encerrados en un mundo propio que no compartirán. Entonces será más difícil romper los escudos, ya que desde la perspectiva del adolescente los padres le prestan atención justo en el momento en que él desea todo lo contrario; es decir, la comunicación con sus padres habrá llegado demasiado tarde.

Cuando los padres tratan de aliviar el mal de la adolescencia, cometen uno de los errores más comunes: pensar que la cura está en el poder de su autoridad, materializada en castigos y gritos. La consecuencia es que ellos mismos desgastan el ánimo y los hijos se hacen más rebeldes.

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